Inteligencia artificial, salud mental y empleo

15 minutos

Todos los pronósticos apuntan que la inteligencia artificial (en adelante, IA) será la pieza clave de la próxima revolución digital e industrial. Harían bien las empresas (y las personas trabajadoras) en tomarse en serio los efectos que esta nueva tecnología tendrá en el mundo laboral. Sirvan estas líneas para ayudarles a tener en cuenta algunas cuestiones al respecto, sobre todo en lo relativo al impacto en la salud mental de los empleados.

Comenzaremos con un apartado introductorio para tener claro a qué nos referimos cuando hablamos de IA para, a continuación, abordar cómo puede afectar ésta a la salud mental de los trabajadores (hemos detectado tres conexiones de interés). En todo este cometido tendremos en consideración el proyecto de Reglamento europeo sobre Inteligencia Artificial, publicado en abril de 2021 pero que en tiempos recientes, diciembre de 2023, ha sufrido novedades pues la Comisión y el Parlamento europeos se han puesto de acuerdo para ponerlo en marcha y se espera que en este año vea la luz, aunque no entrará en vigor hasta finales de 2026 (en adelante, propuesta de Reglamento europeo IA).

Aunque no lo sepamos, la IA ya está presente en múltiples actividades de nuestra vida cotidiana como, por poner algún ejemplo, al ver películas recomendadas por una plataforma de entretenimiento, al utilizar un coche de alquiler, en las gestiones financieras con nuestro banco y, sobre todo, en los múltiples usos que le damos a nuestros teléfonos inteligentes.

Definir la IA es un tema complejo dado que hace referencia a “un conjunto de tecnologías de rápida evolución” (propuesta de Reglamento europeo IA, considerando 3). El experto en IA, Rouhiainen, la concibe como “la capacidad de las máquinas para usar algoritmos, aprender de los datos y utilizar lo aprendido en la toma de decisiones tal y como lo haría un ser humano”. Por consiguiente, la esencia de la IA es la capacidad de aprendizaje de los ordenadores y su toma de decisiones. Ambas características se encuentran recogidas en la definición de la propuesta de Reglamento europeo IA, artículo 3:

“Sistema de inteligencia artificial (sistema de IA)»: el software que se desarrolla empleando una o varias de las técnicas y estrategias que figuran en el anexo I y que puede, para un conjunto determinado de objetivos definidos por seres humanos, generar información de salida como contenidos, predicciones, recomendaciones o decisiones que influyan en los entornos con los que interactúa”.

La potencialidad de esta nueva tecnología no se identifica sólo por lo que las máquinas pueden hacer sino también por la comparativa con el ser humano pues los dispositivos basados en IA no necesitan descansar y pueden analizar grandes volúmenes de información a la vez, con una proporción de errores significativamente menor. En definitiva, mayor capacidad de análisis de datos, en menor tiempo, sin necesidad de descansos ni vacaciones, con menor número de fallos y, sobre todo, se trata de sistemas informáticos con capacidad de autoinstruirse y de resolución de problemas (Mercader Uguina).

Para culminar con el marco conceptual, cuando hablamos de IA debemos hacer referencia a tres cuestiones:

  1. Por un lado, a la importancia que asumen los datos (Clive Humby), sobre todo si están “pulidos o refinados” (calidad de los datos, Michael Porter) en esta nueva realidad tecnológica y, por ende, la mayor relevancia para el futuro de la disciplina de la protección de datos de carácter personal cuando se trata de regular sus consecuencias en cualquier orden de la vida.
  2. Por otro lado, los algoritmos, como la pieza esencial que permite a las máquinas analizar los datos y tomar decisiones (para una visión ética de los mismos, ver los trabajos de Kearns y Roth). Debemos indicar, asimismo, que los propios sistemas de IA analizan datos y permiten, a su vez, capturar mayor cantidad de éstos.
  3. Y, en fin, debemos entender la IA como un concepto abstracto y complejo cuya esencia es SIMULAR todas las capacidades humanas (la lógica, pero también de conocimiento, ver, oír y comprender y, en fin, de toma de decisiones). El reto es automatizar actividades de análisis de datos y toma de decisiones para PREDECIR el futuro, no sólo para conocer el pasado.

La IA va a permitir con todas estas operaciones, para lo que a nosotros interesa, automatizar decisiones que son clave para el mundo de la gestión de personas en una empresa, entre otros temas, en la selección de personal, la formación, contratación y el control y toma de decisiones del rendimiento de la actividad laboral. Por este motivo, muchas empresas están nombrando ya personas responsables de IA en sus organizaciones y hacen bien. Además de ello, entendemos que para afrontar con garantías este desafío sería preciso contar con equipos multidisciplinares (con informáticos, por supuesto, pero también, especialistas en ingeniería, abogacía e, incluso, filosofía y psicología).

Qué efectos tendrá (y está teniendo ya) la IA en la salud mental de los trabajadores. Podemos anticipar ya algunas consecuencias que se están comenzando a atisbar y que, en todo caso, deben ser tenidas en cuenta por los empleadores.

  • La presión de poder perder el trabajo por ser sustituido por IA, afecta, sin lugar a dudas, en la salud mental de las personas que actualmente llevan a cabo muchas actividades laborales que se barrunta puedan ser potencialmente sustituidas por esta tecnología. Este asunto es especialmente relevante para aquellas que trabajan en labores administrativas. En efecto, si en 2020 el Foro Económico Mundial aventuraba que la revolución robótica crearía más puestos de trabajo que aquellos que desaparecerían (si bien ciertos sectores de la población y determinados países y regiones iban a sufrir más las consecuencias negativas y precisarían un mayor apoyo de empresas y gobiernos), en 2023 sus pronósticos pasaron a ser menos favorables con un importante efecto en el cambio de puestos de trabajo existentes. Por su parte, si seguimos las predicciones de la Organización Internacional del Trabajo sobre los efectos de la IA generativa en el ámbito laboral parece que el resultado es que no afectará tanto a la cantidad de empleos que puedan desaparecer (con la excepción de los puestos administrativos) como al impacto en la calidad del empleo y “los posibles efectos sobre la intensidad del trabajo y la autonomía cuando la tecnología se integre en el puesto de trabajo”. Por tanto, el apremio por la posibilidad de ser destruido su empleo a manos de la IA es importante para las personas que realizan puestos repetitivos y/o administrativos y ello podrá redundar, sin lugar a dudas, en su salud mental (es lo que se ha denominado IAnsiedad).
  • Gracias a estas tecnologías, las empresas pueden incrementar el control de la prestación laboral. Tienen acceso a más y mejores datos de cómo realizan su trabajo sus empleados. Esto es especialmente relevante cuando el trabajo se realiza por medios informáticos, pero también en cadenas de producción, en actividades de atención al cliente, comercial, etc. En general, con una debida parametrización, la revolución digital ayuda a poder acrecentar la evaluación del desempeño de las personas trabajadoras (empresa panóptica). Sistemas de videovigilancia, biometría, GPS, rastreo del uso del ordenador o del móvil, monitorización a través de chips en la ropa o en los productos que se venden al mercado, relojes inteligentes, pulseras de actividad, gafas, auriculares, wearables en general, etc. son aplicaciones mucho más económicas y eficientes que hace apenas un lustro. ¿Qué secuelas puede tener este escrutinio en la salud mental de los empleados? No es un asunto menor.

Las empresas deben controlar en mayor medida los riesgos psicosociales en sus organizaciones y, en especial, cuidar la salud mental de sus empleados. En este cometido, sin duda, la IA también puede ayudar para conocer y gestionar el estrés de sus profesionales y anticiparse a posibles crisis emocionales. Hay software que puede ser un apoyo para detectar descompensaciones, establecer políticas adecuadas y también sería capaz de aportar chatbots terapéuticos que podrían utilizarse por las compañías. Pero en estos temas, siguiendo a la OMS, debemos ser especialmente cautelosos y cumplir los siguientes principios: preservar la autonomía, privacidad y confidencialidad; instaurar medidas de control de la calidad de la práctica; garantizar la transparencia y que la información sea clara e inteligible; asegurar la equidad y que el sistema es inclusivo (en su puesta en marcha – nutriendo de datos diversos de edad, sexo, género, ingresos, razas, etnias, orientación sexual, discapacidad, etc. -, en el acceso y en su utilización); evaluar de forma continua y transparente las aplicaciones y, en fin, promover la rendición de cuentas y la responsabilidad por posibles perjuicios que se puedan causar. Es imperativo, antes de su puesta en marcha, examinar cuidadosamente los riesgos y que todo el procedimiento esté controlado, en última instancia, por personas expertas.

En esta línea está la propuesta de Reglamento europeo IA que considera de alto riesgo todas las aplicaciones y sistemas que se utilicen en las empresas y que puedan tener incidencia en la gestión de las personas trabajadoras, exigiendo, por ello, el cumplimiento de requisitos para su adopción.

Hoy en día, hay muchos empleados, especialmente managers o mandos intermedios, con equipo a cargo y relativa responsabilidad, que reciben un número muy abundante de correos electrónicos, mayor que el que pueden gestionar debidamente. Ello provoca una carga mental evidente. Saben que de muchos emails no son el destinatario directo, están simplemente en copia, pero son asuntos que, sin duda, debe conocer (aunque no tenga que hacer nada con ellos en el corto plazo) para tomar las mejores decisiones cuando corresponda. Esto provoca estrés y dificultades de desconexión (se está de forma permanentemente alerta, dándole vueltas por no haber vaciado la bandeja de entrada y no saber qué temas te esperan…).

La IA puede ayudar a gestionar adecuadamente esta situación (ordenar, hacer resúmenes e incluso, hacer contestaciones tipo de emails…). Tal como aseveró hace años el profesor de Standford Brynjolfsson, la IA no quitará los trabajos, sino que será un manager (un profesional) quien usando estas herramientas el que tal vez sí lo hará. La clave está, por tanto, en adaptarse a los cambios tecnológicos provocados por las TIC. No utilizar estas tecnologías podría considerarse un error y tiene consecuencias en la salud mental de los empleados de una compañía.

Parece que los cambios serán graduales y que se culminarán en un lapso temporal no desdeñable (unos 15-20 años), por lo que hay tiempo para acordar políticas y decisiones bien diseñadas que vayan mitigando y canalizando adecuadamente la trascendencia de las repercusiones en el mundo del trabajo. De otra manera, como nos recuerda la OMS “la adopción precipitada de sistemas no comprobados podría inducir a errores [a las empresas y al] personal de salud, causar daños a [las personas], erosionar la confianza en la IA y, por tanto, socavar (o retrasar) los posibles beneficios y usos a largo plazo de tales tecnologías en todo el mundo”.



Carlos de Fuentes Gª-Romero de Tejada

Profesor Permanente Laboral de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social – Investigador en el Instituto Complutense de Ciencia de la Administración, Universidad Complutense de Madrid

 

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