De lo físico a lo psicosocial

7 minutos

Cuando hablamos de salud, generalmente se pone el foco en lo tangible, en aquello que vemos y que nos produce un efecto físico directo. Una herida en la piel produce un sangrado y un dolor evidentes que nos hace acudir a un médico para que nos indique los cuidados a seguir para su cura y cicatrización. Nadie pone en cuestión este circuito de padecimiento/consulta médica/cura. Sin embargo, cuando hablamos de sufrimiento psicológico la cosa cambia. El dolor que no se ve se niega, una herida que no sangra se pone en duda y el circuito establecido, y socialmente validado en el caso de la salud física, se cuestiona cuando hablamos de salud mental.

Lo mismo ocurre con los aspectos psicosociales en los entornos de trabajo. Nadie cuestiona los riesgos físicos, mecánicos, biológicos, ergonómicos o ambientales. No se ponen en duda los riesgos que comporta para la salud factores como los niveles de ruido, de vibración, de temperatura o la exposición a agentes químicos, pero cuando hablamos de carga mental, conflicto de rol, falta de autonomía, problemas en las relaciones laborales, la percepción cambia porque son difíciles objetivar, de intervenir y están moderados por la percepción individual. Sin embargo, son factores que se prolongan en el espacio y en el tiempo, suelen afectar a otros riesgos y sus efectos sobre la salud pueden ser devastadores.

A pesar de esta diferencia sin fundamento entre la “salud física” y la “salud mental”, entre lo “físico” y lo “psicosocial”, en los últimos tiempos, y alimentada por los nefastos efectos psicológicos producidos por la pandemia, ha cobrado una significativa relevancia el tema de la salud mental y el papel fundamental que tiene esta dimensión en el abordaje de la salud en general.

Bienestar Emocional y Psicológico en los entornos de trabajo

Con este impulso también se ha disparado el interés por el Bienestar Emocional y Psicológico en los entornos de trabajo y con ello todo lo relacionado con la Prevención de Riesgos Psicosociales.

Pasamos más de la mitad de la vida en el trabajo y aumentar el bienestar en este ámbito tan importante de nuestro universo vital impacta directamente en los niveles de bienestar general, en la autoestima, en la realización personal, en las relaciones humanas, tanto dentro como fuera de los centros de trabajo y como somos seres integrados, todo lo que mejoremos en el ámbito laboral tendrá consecuencias en el entorno personal. Poner en marcha planes de Bienestar Emocional en el trabajo reduce los niveles de frustración, de agresividad, de estrés, disminuye el absentismo, las bajas por enfermedad común y mejora las relaciones interpersonales, el clima laboral, la creatividad, la productividad, atrae y retiene talento e impacta positivamente en todos los grupos de interés.

Las emociones son respuestas primarias y automáticas a ciertos estímulos e implican a tres ámbitos: físico, cognitivo y conductual. Se trata de reacciones

 

adaptativas al ambiente. Son las que nos conectan a los demás, nos ayudan a comunicarnos, modulan nuestra forma de interactuar y hacen que aquellos con quienes nos relacionamos perciban cómo nos sentimos. También pueden ayudarnos a desarrollar la empatía, a entender qué siente el otro, a ponernos en su lugar, comprenderle y ayudarle, a relacionarnos de manera más sana.

Una experiencia, nos provoca una emoción, la emoción nos despierta un sentimiento y ese sentimiento genera una conducta. Una experiencia negativa, genera emociones y conductas negativas. Por lo tanto, en el entorno de trabajo es fundamental crear un mecanismo de experiencias positivas que generen emociones y comportamientos positivos.

Prestar atención a la información emocional, tanto nuestra como la de las personas que tenemos a nuestro alrededor, nos dará indicios claros sobre qué es lo que puede ocurrir, qué es lo que podemos hacer y qué es lo que deberíamos dejar de hacer. Las emociones nos mueven y afectan tanto a nuestra esfera del pensamiento como a nuestro universo de conductas.

Información emocional

En todo puesto de trabajo y en todo cargo de responsabilidad hay un componente importante de relaciones personales, y si no sabemos conectar, si las personas no nos importan, por más brillantes que seamos intelectualmente, por más formación en management que tengamos, fracasaremos. No hay nada más efectivo que buscar el éxito compartido, el bienestar común.

¿De qué jefe nos acordamos más? ¿De qué empresa en la que trabajamos? No nos acordamos más de la empresa en la que competíamos unos con otros por ganar espacios de poder, o de aquella en la que ganamos más dinero, o incluso de aquella en la que llegamos más alto en el organigrama. La organización que calará en nuestro recuerdo será aquella en la que nos cuidaron, en la que se preocuparon por nosotros cuando tuvimos un mal momento, aquella que nos hizo sentir únicos e importantes, la que nos dio un lugar con sentido en el equipo, la que nos escuchó de forma sincera, a la que le importamos de verdad.

Una organización emocionalmente sana es aquella que escucha, que empatiza, que cuida de las personas, que reconoce el trabajo realizado y que sabe gestionar sus propias emociones para enfrentar de manera óptima los retos que se plantean.

Una organización sana genera confianza y bienestar, y lo que consigue a cambio es compromiso, identificación con la marca, clientes, empleados y colaboradores para toda la vida.



María José Aldunate
Responsable de Asistencia Psicológica y Atención al Duelo, DKV Salud y Bienestar

 

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