Los datos de paro de junio 2019, de contratación y de afiliación nos muestran un panorama agridulce. En este mes siempre las cifras son buenas, ya que se arranca la temporada veraniega y este año aparentemente no ha habido cambios.
Hemos asistido a una reducción de 63.805 desempleados respecto del mes anterior, siendo previsible que en julio bajemos de los 3 millones, cifra no alcanzada desde noviembre de 2008.
Pero en términos interanuales, la reducción de parados se desacelera, al pasar de 172.639 parados menos (-5,31%) hace un año, a 146.476 parados menos ahora (-4,63%). Y el número agregado de parados se sitúa en 3.015.686, todavía lejos del mínimo previo a la crisis, que fueron 1,97 millones en junio de 2007.
En términos desestacionalizados, el paro ha subido en junio en 8.986 personas respecto del mes de mayo.
Siguiendo con “segundas lecturas” y hablando de contratación, los contratos en junio fueron 2.009.011, lo que supone un descenso de un 2,3% en términos interanuales. Y lo que empieza a ser preocupante, del total de contratos, 174.159 contratos -es decir, el 8,7%- fueron indefinidos, cuando hace un año eran el 9,4%, y en mayo eran el 8,87%.
Asimismo, nunca hubo tantos cotizantes como ahora: 19.517.697 personas. Pero la afiliación desestacionalizada también se ha desacelerado, en términos interanuales, hasta situarse en un 2,69%, la cifra más baja en los últimos tres años.
La embriaguez del estío y de las grandes cifras no debe por ello despistarnos del análisis que nos ocupa.
Como posibles coadyuvantes a la desaceleración en la reducción del paro, debemos señalar la alta rigidez de nuestro mercado laboral.
En efecto, España registró una tasa de empleos vacantes del 0,9% en el primer trimestre de 2019, lo que le sitúa entre los peores países de la Unión. Esta tasa indica la capacidad que tiene el mercado de trabajo para colocar a trabajadores en los puestos vacantes, estando la media de la Unión en el 2,4% y países como Alemania, Noruega o Bélgica por encima del 3%.
“Espigando” en las cifras, se nota cierta pérdida de dinamismo en nuestra economía, así como el incremento de la incertidumbre entre los empleadores. Además, el empleo continúa creciendo marcadamente por encima del PIB, lo que hace decrecer la productividad media, y la calidad de los nuevos empleos.
El 97,5% de los nuevos empleos es por cuenta ajena, la mayor proporción desde diciembre de 2017. Hace un año esta proporción era del 93,9%. Esta menor presencia del autoempleo es también una señal de caída del emprendimiento como consecuencia de la incertidumbre.
Los contratos formativos pasan del 0,45% en mayo al 0,58% en junio, pero estas cifras siguen siendo anecdóticas en momentos de necesaria cualificación de jóvenes -y recualificación de muchos mayores-, en un modelo que sigue caracterizado por la excesiva contratación temporal.
Abundando en la debilidad de nuestra contratación, del total de contratos, a tiempo completo son el 62,8% cuando hace un año eran el 63,3%. En los contratos temporales, aumentan los contratos a tiempo parcial (+0,4%) y descienden los contratos a tiempo completo (-2,6%).
Pero también hay cifras esperanzadoras. Los menores de 25 años tienen mayores descensos en desempleo que el resto de las edades: -6,6% frente al -4,5%. Y entre los más jóvenes cae más el paro femenino.
Por actividad, los mayores descensos del desempleo se dan en la Hostelería y los Servicios (-2,4%), la Industria (-2,1%) y la Construcción (-1,6%), produciéndose un incremento (+4,09%) en el sector Agrario.
Más de cuatro de cada cinco empleos en el último año corresponden al sector servicios, y la Industria sigue perdiendo peso, aportando el 5,7% del total del empleo, cuando hace un año era el 11,2%. Esto es una mala noticia sin duda.
Y también que el paro masculino ha descendido un 5,97%, frente al -3,71% del femenino. El 59,9% de todos los parados son mujeres, proporción más alta que hace un año (59%), si bien las mujeres han captado el 53,2% de los empleos creados en los últimos doce meses, proporción que hace un año era del 47,5%.
Parece necesario seguir ahondando en las políticas que ayuden a mejorar nuestro maltrecho mercado de trabajo: eliminar las rigideces del marco regulador, profundizar en las políticas activas de empleo, apostar por un modelo de formación que ponga en valor el talento de cara a la mejora de la productividad…
Porque nuestro estado de bienestar necesita de un sistema de seguridad social sostenible. Y es cierto que los inmigrantes han pasado del 26% de las nuevas contrataciones hace un año, al 29,7% en la actualidad.
Es una buena noticia que tenemos 2,18 millones de inmigrantes afiliados a la Seguridad Social, la cifra más elevada de la historia, pero no es suficiente. El ratio entre afiliados y pensionistas (2,32) está aún muy lejos del de antes de la crisis (2,71 en diciembre de 2007).
Javier Blasco de Luna
Director, The Adecco Group Institute
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