El aspecto general de la economía no ha tenido grandes cambios en los últimos meses. La economía de la zona euro continúa débil, mientras que la de España, dentro de ese marco opaco, muestra un dinamismo mayor.
Otros datos disponibles del primer trimestre para la economía española muestran una evolución mejor que la esperada. Como resultado de eso, hoy luce más probable que hace tres meses que el PIB, a lo largo de todo el año, redondee un crecimiento más cercano al 2%. En primer lugar, la demanda está recibiendo el impulso del aumento de las rentas de las familias, como consecuencia del incremento del empleo y del salario real. En el cuarto trimestre, medido en euros de un mismo poder de compra, los ingresos salariales de los hogares subieron un 5% interanual y alcanzaron su mayor valor en 15 años.
Hace pocas semanas conocíamos el diagnóstico del Banco de España sobre la situación actual del mercado de trabajo. A nadie se le escapa que, junto al sorprendente dinamismo de la ocupación, la creciente importancia de la aportación de la inmigración al empleo, la heterogeneidad de territorios, sectores y colectivos en este mix, el creciente peso del sector público, el lastre de nuestra baja productividad y la mejora en la tasa de temporalidad son algunos flashes a tener en cuenta.
Desde mediados de 2022, el número de turistas extranjeros llegados a España fue gradualmente aproximándose a los niveles de 2019, año en que se había alcanzado un récord histórico de 83,5 millones. En el tercer trimestre de 2022, la llega da de turistas equivalió al 89% de la del mismo período de 2019. En el primer trimestre de 2023, la misma llegó al 96,5%, para alcanzar el 99,5% y al 100,7% en los dos trimestres siguientes. En ese momento, la expectativa era que, al haberse recuperado niveles máximos históricos, la llegada de turistas del exterior se ralentizaría. Sin embargo, ocurrió lo contrario: en el último trimestre de 2023 arribaron casi 2 millones de turistas más que en igual período de 2019 (+11,9%) y en el primer bimestre de 2024 la llegada de turistas extranjeros superó en 1,2 millones la del mismo lapso de 2019 (+14%). Esto constituye un apoyo, al igual potente que inesperado, que refuerza la demanda.
A lo anterior se suma la continuidad del aumento del consumo público, que en los tres últimos trimestres creció más deprisa que el PIB. El efecto de esto no es menor: si se excluye de la demanda el consumo público, se encuentra que el crecimiento del segundo semestre de 2023, en lugar de 1,8%, hubiera sido 0,9%, es decir, la mitad.
Los elementos anteriores, a los que podrían agregarse otros (como, por ejemplo, el impacto de los fondos europeos que, aunque sea difícil de estimar y más modesto de lo anunciado, existe), bastan para entender que el nivel de actividad crece y puede seguir creciendo en los próximos trimestres. Aunque el comportamiento mediocre de gran parte de las economías de la Eurozona da a la economía española un brillo que no amerita, también es verdad que, dada la precariedad del contexto, podemos darnos por satisfechos.
En todo caso, el debate no es si la economía crece o no, sino si ese crecimiento es sostenible. Ahí es donde aparecen las dudas. En primer lugar, los costes laborales están subiendo más deprisa que los precios de venta de las empresas, lo que significa que sus márgenes se estrechan. Eso se produce al mismo tiempo que la productividad por ocupado no ha recuperado sus niveles prepandemia y, pese a ello, está cayendo. En efecto, la productividad media del cuarto trimestre de 2023 no solo ha resultado un 4% inferior a la del mismo período de 2019, sino que ha caído 0,6% en comparación con el último trimestre de 2022. Así, la combinación de aumento de los costes laborales (salarios y cotizaciones sociales) y menor productividad (que también implica un aumento del coste laboral por unidad producida), permite dudar de la sostenibilidad de los puestos de trabajo que se están creando. En 2007, la caída de la productividad en la Construcción, el Comercio y la Hostelería, era más que compensada por el aumento de la misma en el resto de la economía, por lo que la productividad total mostraba un ligero incremento. En 2023 también creció la productividad en el sector primario y la Industria, pero no así en la Construcción ni en los Servicios como un todo; el resultado global fue un descenso interanual de la productividad de 0,6%.
En efecto, el auge del turismo post pandemia, desestacionalizado y mantenido durante todo el año, está en la base del crecimiento de la ocupación. Asimismo, pese que hay mayor afiliación a la Seguridad Social, se han reducido las horas trabajadas totales, lo que algunos apuntan a que es más un reparto del trabajo que a creación neta de empleo: desde 2019 la curva de ocupación está por encima del volumen de horas efectivas trabajadas. Y es que nuestra tasa de actividad es del 58,63, la misma que hace 18 años, lo que compromete el avance de nuestro producto interior bruto y la reducción del paro.
Las últimas cifras de empleo arrojan 140000 trabajadores menos y 117000 parados más, y ya superamos en desempleo a Grecia y duplicamos a la Unión Europea, lo que no ocurría antes de la pandemia. A ello hay que sumar el desempleo de larga duración, donde el colectivo de mayores de 50 años muestra una preocupante y creciente tendencia, así como la lacra del desempleo de nuestros jóvenes, cuyas sonrojantes cifras ya hemos citado.
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