Avanzamos un segundo cuatrimestre que promete ser esperanzador y así se refleja en el “V Observatorio trimestral del mercado de trabajo”. El empleo parece resistir a la crisis y la resiliencia de nuestra economía esperemos nos permita cumplir con las expectativas de que el crecimiento del PIB en 2023 estará cerca del 2%. Lo cierto es que no todo son buenas noticias, y esta recuperación ha lastrado los márgenes de la mayoría de las empresas, así como el poder adquisitivo de los salarios, por lo que la sostenibilidad se antoja un ingrediente esencial a alcanzar en este reto de la recuperación. El auge de los servicios impulsa al sur de Europa, mientras las economías industriales se ralentizan, y se percibe la importante filtración a la economía del flujo de aportaciones a costa del sustancial incremento de la deuda pública. La importancia del turismo exterior, y de la hostelería, como ya ocurrió en 2022, son los pilares en los que se fundamenta este estacional crecimiento.
Asimismo, la afiliación a la Seguridad Social crece un +3% interanual, cuando hace un año lo hacía un +5,1%. España está 7,5 puntos por debajo de la UE en competitividad regional: sólo Madrid, con un 19,3; País Vasco, 7,6; y Cataluña 1,3 están por encima en este índice. Y es que también la EPA apuntó a que las horas trabajadas crecen a mayor ritmo que el PIB y menos que la ocupación, lo que son dos señales negativas, desde la perspectiva de la productividad y del tamaño de la tarta que soporta nuestras maltrechas cuentas públicas, respectivamente. La caída de las horas trabajadas, y por ello el menor tiempo de trabajo explica el retraso en la recuperación del PIB prepandemia. No obstante, parece que en esta evolución también influye el menor tiempo de trabajo con origen en el impacto de los ERTE, el crecimiento cíclico del absentismo por enfermedad común, el peso del empleo en el sector público o la progresiva disminución del número de horas pactadas en la negociación colectiva, entre otras razones.
Por otro lado, el “V Observatorio trimestral del mercado de trabajo “refleja que las horas totales trabajadas no crecen tanto como el número de ocupados, lo que evidencia que apunta a que se esté produciendo un reparto del trabajo. El empleo aparenta ser más productivo, pero en realidad esconde una importante pérdida de horas de trabajo. No son pocos los que apuntan a que el crecimiento de nuestra productividad, y por ello de la competitividad de nuestra economía, depende de que se frene la elevada presión fiscal, tanto en impuestos como en cotizaciones a la Seguridad Social, si es que queremos atraer inversiones que mejoren nuestro tejido productivo y nuestros retos tecnológicos. En relación con el debate sobre la participación de los salarios en el PIB, algunos apuntan a que, con las cotizaciones de Europa, los sueldos en España subirían dos dígitos. En estos últimos cinco años, las bases de cotización se han disparado al ritmo del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y subieron un 46,8% entre 2018 y 2023.
En abril, la contratación indefinida cayó por primera vez en más de dos años, lo que evidencia el agotamiento del trasvase de contratos temporales a fijos y la consolidación de las formas de contratación introducidas por la reforma. La EPA borra el 35% de los fijos discontinuos y aflora un 33% más de contratos temporales. Con la reforma laboral, ha crecido el empleo a tiempo parcial y los contratos indefinidos iniciales se multiplicaron por más de 4, si bien la cantidad de asalariados fijos-discontinuos se ha disparado un 42,7%, siendo esta modalidad el 35% de los contratos indefinidos. Parece como si asistiésemos a un efecto esponja que avalase -por imperativo legal- el trasvase de temporales a fijos discontinuos y la absorción por estos de una parte de los deseados indefinidos ordinarios.
Por otro lado, el empleo por cuenta propia ha caído en 4 de los últimos 6 años mientras que el empleo público se ha multiplicado de forma sensible: ha crecido en España en 22.842 personas en el primer trimestre del año, el mayor incremento en personal al servicio de la Administración Pública en este periodo desde el año 2015. El número de empleados públicos autonómicos crece un 102% entre 2002 y 2022, y la tasa de temporalidad ya supera el 31%.
El principal logro de la reforma laboral de 2021 ha sido mejorar los indicadores de temporalidad que nos exigían desde la UE. Aunque el 35% de los nuevos “indefinidos” sean fijos discontinuos, e incluso si computamos estos como no “estables”, el porcentaje estables / no estables sería del 30% v 70% en la contratación inicial, cuando antes de la reforma laboral era de un 10% v 90%. Y si nos referimos al total de la población ocupada, el porcentaje de afiliados con contrato temporal se mantiene en un mínimo histórico del 14%, cuando antes de la reforma se situaba en el entorno del 25%.
Empleo joven
Pese a los vientos de recuperación, nuestros jóvenes siguen llevándose la peor parte tal y como podemos ver en el “V Observatorio trimestral del mercado de trabajo”. La tasa de desempleo supera la barrera del 13%, aunque la habitual caída de la ocupación durante el primer cuatrimestre es la menor en 16 años. Pero los niveles de paro de los menores de 25 años siguen anclados por encima del 30%, y en la nueva fenomenología encontramos que el desempleo también se ceba con los más senior, donde cuatro de cada diez son mayores de 45 años. El paro registrado encadena 24 meses seguidos bajando y su caída interanual fue del 7,7%. Sin embargo, se trata de una de las menores caídas del paro intermensuales de la última década (-73.890 desempleados; -2,6%), sobre todo si consideramos que el PIB creció un 3,8% (0,5%?) en el primer cuarto del año, una de las mayores subidas de la serie histórica.
Es verdad que el desempleo ha bajado a mínimos desde 2008, y que el desempleo juvenil, se ha reducido, pero no logra contrarrestar el impacto del envejecimiento de la población, y por 14º año consecutivo, España es el país con mayor número de parados de la UE, al tiempo que la tasa de temporalidad española continúa entre las más altas de la UE y preocupa la evolución creciente de los desempleados de larga duración.
En España hay 2,79 millones de parados registrados, a los que pueden sumarse 525.600 más con “disponibilidad limitada” y otras situaciones. Si también se suman las personas en ERTE y los fijos discontinuos que no trabajan, la definición más amplia de paro llegaría a más de tres millones y medio de personas.
Por todo ello, la formación vuelve a erigirse como la piedra de bóveda en la que debemos cimentar el cambio de tendencia. Los planes deben ser ambiciosos, transversales que integren lo educativo con lo relacionado con el empleo, con medición dinámica de su eficacia para corregir defectos, y que cuente desde el diseño hasta su ejecución con la colaboración público-privada. En la base deben estar políticas activas, de empleo y formación, que integren las demandas de empleadoras y alumnos, que deben ser el foco. Los restantes agentes deben ser servidores de este binomio.