Desde la óptica del empleo, y por segundo año consecutivo, la población activa creció más que la inactiva, y el paro registrado bajó de los 3 millones por primera vez desde 2008. Pero la definición más amplia de paro registrado (la que incluye personas en ERTE y a los fijos-discontinuos que no trabajan y están cobrando la prestación por desempleo), muestra una realidad muy diferente a la del paro registrado
Con la reforma laboral, ha crecido el empleo a tiempo parcial y los contratos indefinidos iniciales se multiplicaron por más de 4, si bien la cantidad de asalariados fijos-discontinuos se ha disparado un 42,7%, siendo esta modalidad el 35% de los contratos indefinidos. Por otro lado, el empleo por cuenta propia ha caído en 4 de los últimos 6 años mientras que el empleo público se ha multiplicado de forma sensible: el número de empleados públicos autonómicos crece un 102% entre 2002 y 2022, y su tasa de temporalidad supera el 30%.
Otra de las patologías de nuestro mercado de trabajo, el desempleo juvenil, se reduce, pero no logra contrarrestar el impacto del envejecimiento de la población, y por 14º año consecutivo, España es el país con mayor número de parados de la UE, al tiempo que la tasa de temporalidad española continúa entre las más altas de la UE y preocupa la evolución creciente de los desempleados de larga duración.
La evolución de las variables de nuestro mercado de trabajo tras la Reforma Laboral nos enseña que la gran mayoría de las empresas siempre van a tomar decisiones racionales y responsables: la norma no puede cambiar las reglas de juego de un mercado global, enormemente competitivo y lleno de complejidad e incertidumbre, y la crisis de la pandemia nos ha enseñado que las personas han confiado más en sus empresas que en otros stakeholders, y la apuesta por el mantenimiento del empleo es una buena prueba de ello.
La fotografía de los fijos discontinuos como nuevo paradigma de la calidad y sostenibilidad del trabajo, merece una reflexión y es una de las áreas de mejora del cambio legislativo. Las empresas han perdido flexibilidad y soluciones a las legítimas necesidades de cubrir necesidades de contratación temporal, y deberán convivir con otras fórmulas, estables o pseudo estables, de ocupación.
El devenir de los contratos formativos nos indica que sobran rigideces, en plazos, operativa, y encaje con el modelo de contratación laboral existente, y la formación sólo servirá si facilita la empleabilidad, es práctica y tiene un alto contenido en competencias blandas. La figura del fijo discontinuo no ha desplegado aún todo su potencial. No es por ello de extrañar la reivindicación del sector de agencias de empleo privadas de incrementar su participación en esta modalidad contractual, dando soluciones a necesidades fijo-discontinuas, para aportar mayor estabilidad en el empleo, facilitando las transiciones, y asegurando ambiciosos planes de orientación y recualificación.
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