Por tercer año consecutivo y, comprometidos con el tejido empresarial de nuestro país, en Adecco Outsourcing lanzan su III Barómetro sobre Productividad y Eficiencia. Un estudio avalado por directivos de compañías de distintos tamaños que operan en los sectores más relevantes de nuestra economía. Un informe muy bien acogido por el tejido empresarial de nuestro país.
En este barómetro se recogen las conclusiones sobre los aspectos más relevantes que condicionan el nivel de productividad de una importante muestra de empresas.
La productividad de nuestras empresas viene determinada en parte por factores exógenos, como nuestro sistema educativo, el nivel tecnológico de nuestro mercado laboral o los cambios normativos que pueden influir en los índices de absentismo, por ejemplo. Pero también es importante matizar que desde las empresas podemos trabajar para mejorar la productividad de nuestras organizaciones y en conseguir que nuestro país esté en la parte alta de la lista de países con mayor índice de productividad. ¿Estamos comprometidos con mejorar la productividad de nuestras organizaciones, dentro de los parámetros sobre los que realmente podemos interactuar?
Con relación al III Barómetro Adecco Outsourcing sobre productividad y eficiencia, Javier Blasco, opina lo siguiente:
Mientras el mercado laboral lleva meses marcando récords de afiliación y ocupación, según los datos del Banco de España sobre la evolución de la ocupación laboral, se prevé que se sigan reduciendo las horas semanales de trabajo efectivo en los próximos años. Las previsiones del Instituto Nacional de Estadística ya indicaban que en 2033 la jornada laboral media se habría reducido otras tres horas, por factores como el envejecimiento de la población, la terciarización de la actividad económica y el incremento de la tasa de empleo a tiempo parcial. La pandemia también ayudó a la reducción de la jornada laboral media y las jornadas laborales son ahora inferiores es más de una hora que antes de la crisis sanitaria. Según la OCDE, España es el sexto Estado miembro con menor PIB por hora trabajada.
No es de extrañar que el número de ocupados en la Unión Europea y en España en los últimos trimestres haya crecido casi un 1% mientras la productividad cayó en una tasa superior. Esta divergencia entre el número de ocupados, las horas trabajadas y la productividad empieza a formar parte de la sintomatología de la economía de la Unión. En el caso particular de España, con más afiliados en lo que llevamos de 2024, la producción es inferior al año 2019. La caída de la productividad es una constante desde la crisis financiera de 2008. El número de trabajadores se ha incrementado más del doble que el crecimiento del PIB, y más del triple que las horas trabajadas. Algunos estudios coinciden en que se ha producido una pérdida de productividad por trabajador acumulada desde el año 2019 del 2,5% y un estancamiento de la productividad por hora trabajada en los últimos 3 años.
Lecciones por aprender
La productividad está detrás de los mejores síntomas de una economía y un mercado de trabajo competitivos. Ganar productividad significa que los aumentos en las riquezas del país son mayores al incremento en horas totales de trabajo sumadas por la economía. Los aumentos de productividad permiten que crezca la renta per cápita; contribuyen a la mejora de la competitividad de las empresas, lo que a su vez les permite ganar presencia en los mercados internacionales, y posibilitan que aumenten los salarios sin generar tensiones inflacionistas ni aumentos del desempleo.
El crecimiento de la productividad —y los aumentos salariales que lleva consigo— es un factor clave en la capacidad de atraer y retener talento por las empresas, organizaciones y territorios, y permite también el aumento del salario mínimo al que suelen optar los trabajadores menos cualificados, promoviendo de esta forma la reducción de las desigualdades. También la productividad permite sostener el sistema público de pensiones en particular, y el Estado de bienestar en general. En el caso de España, el PIB per cápita -como producto del PIB por persona en edad de trabajar y la proporción de este grupo de edad sobre la población total- muestran una ausencia de convergencia respecto a las sociedades más avanzadas. De hecho, la brecha en PIB por persona en edad de trabajar se explica por las brechas en la tasa de empleo y de productividad.
Entre los debates sobre las causas de nuestra falta de productividad, algunos hablan, sobre todo en el caso de las pymes, que la menor productividad tiene que ver con una deficiente gestión empresarial, lo que afecta a la menor eficiencia en los procesos y en la toma de decisiones, así como menores inversiones en recualificación de las personas trabajadoras y en la captación de talento de mayor valor y salarios. Tampoco podemos olvidar que la brecha en el PIB por persona en edad de trabajar se explica por las bajas tasas de empleo y de productividad, y por eso es crítico maximizar la tasa de actividad, la capacitación y recualificación de las personas trabajadoras, y una adecuada orientación laboral hace los sectores y empresas con mayores demandas de capital humano cualificado. En el caso de España, es frecuente el reproche de que tengamos un tejido productivo menos intensivo en conocimiento y en el uso de nuevas tecnologías.