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Cada año pierden la vida dos millones de trabajadores a consecuencia de accidentes y enfermedades relacionadas con su trabajo. Además, se contabilizan casi doscientos setenta y nueve millones de incidentes que obligan al empleado afectado a perder, al menos, tres días laborables a causa de una Incapacidad Laboral Temporal (ILT). Estas cuestiones afectan directamente al grado de satisfacción en el puesto de trabajo.
Los datos pertenecen a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sus investigaciones también recogen que, cada año, se detectan ciento setenta millones de nuevos casos de enfermedades relacionadas con el desempeño laboral. Además, el 8% del número mundial de depresiones está relacionado con riesgos ocupacionales.
Lo apabullante es que estas cifras solo reflejan las circunstancias que se dan en los centros de trabajo legales y formalmente constituidos. Los índices se verían contundentemente sobrepasados si se recogiera la información referente a las condiciones de salud en la que se desenvuelven millones de trabajadores de todo el mundo, que trabajan en condiciones infrahumanas y que influye en el grado de satisfacción en el puesto.
Sin duda, el reto está en tomar conciencia de estas cifras. No solo afectan al grado de satisfacción en el puesto de trabajo, también suponen un coste económico y pérdidas a largo plazo. Un ambiente de trabajo no saludable perjudica a todos los agentes relacionados con el mercado laboral.
Según la OMS, “Un entorno de trabajo saludable es aquel en el que los trabajadores y jefes colaboran en un proceso de mejora continua para promover y proteger la salud, seguridad y bienestar de los trabajadores y la sustentabilidad del ambiente de trabajo en base a las siguientes indicadores:
Al margen de cuestiones tan obvias como la ética empresarial o la legalidad vigente, existe un factor clave que incide directamente sobre el beneficio de la empresa. Los entornos laborales saludables deben ser un argumento empresarial.
Se centra en una variable basada en datos fríos, enfocados en factores duros y puramente económicos. Las organizaciones privadas realizan su actividad para obtener unos índices de productividad que les proporcione los mayores beneficios económicos.
El descontento de la plantilla por falta de condiciones saludables y de seguridad contribuye a la pérdida de talento. Al mismo tiempo, las consecuencias derivadas de una mala política empresarial en materia de salud conlleva otras consecuencias.
Entre ellas destaca el hecho de que sus recursos humanos no alcancen un mínimo grado de satisfacción en el puesto de trabajo. También que resulten menos productivos y leales a la marca. Por último, que se pierda dinero a causa del absentismo.
Todos estos factores contribuirán a captar y retener talento. Además, el personal sentirá una mayor satisfacción en el puesto de trabajo y disminuirá considerablemente el número de accidentes y enfermedades laborales.
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