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Carlos Barrabés es emprendedor, innovador y transformador. “Me gusta lo que va a ocurrir”, afirma. De joven, decidió convertirse en empresario y ser su propio jefe, pues creía que esa era la única manera de cambiar el mundo y cambiarse a sí mismo.
Consiguió su objetivo hace 20 años, cuando fundó barrabes.com, dedicada al comercio electrónico y a la consultoría. Se considera un “activista de lo nuevo” y considera que todo el mundo puede emprender si cuenta con la plataforma –sobre todo financiera- que se lo permita, con riesgos y esfuerzo incluidos, pero con una recompensa “casi mística”.
Siempre he sido montañero y en la montaña no tienes más remedio que hacer tú las cosas porque no hay puestos de trabajo estables. Todo el mundo es emprendedor: el que es agricultor, el que es ganadero, el que tiene un comercio. En mi familia siempre lo hemos vivido así. Además, toda mi vida he estado rodeado de alpinistas, que siempre quieren ir más allá. Un alpinista es alguien que está interesado en descubrir, en explorar y comprobar si puede. Los humanos necesitamos gente que quiera ir más allá y en cierta medida, los emprendedores son los agentes de lo nuevo.
No podría decir una cosa. No me gusta tener una vida simple, así que probablemente el hacer muchas cosas es lo que más me gusta y es lo que me hace más feliz.
Un emprendedor puede hacer muchas cosas. Cambiar el mundo y, en el camino, cambiarse a sí mismo. La acción del emprendedor puede significar, a nivel local o global, que la vida sea mejor para mucha gente y eso es cambiar el mundo. Y en ese proceso tú mismo cambias, porque la emprendeduría tiene algo de proceso iniciático y místico. Pero ser emprendedor es muy difícil y en el día a día conlleva mucho esfuerzo y riesgos.
Por supuesto que sí. Estamos hablando de una persona cuya principal virtud probablemente deba ser la visión, la empatía, la capacidad de aglutinar a los otros y, en definitiva, el poder de impactar. Esto define a un ser humano y es lo que hace cada día una madre, por ejemplo.
Pensando que tu empleado es tu cliente. Normalmente les tratamos diferente, pero cambia mucho si los tratamos igual, porque de una posición de exigencia pasas a una de servicio. Y en ese momento descubres, de repente, que en el otro lado hay potencial, como pasa con un cliente. Así puede nacer, como otras cosas, la emprendeduría, que básicamente consiste en dejar a las personas espacios y proveerles de herramientas para que hagan suya la empresa, la hagan diferente y mejor en muchos casos. En definitiva, hay que establecer la empresa como una plataforma y permitir su “hackeo” y modificación.
Son conscientes, pero las maquinarias no son tan fáciles de cambiar, no es un trabajo instantáneo. En muchísimos lugares se ha comenzado (en unos con más éxito que en otros), pero el problema es que no es lo mismo empezar algo de cero -como en el caso de Silicon Valley, por ejemplo- que hacer una transformación de algo que ya existe, que es más complejo. Los modelos de transformación suponen que la empresa tenga unos márgenes, necesidades de rentabilidad y objetivos más establecidos que en el caso de una compañía nueva. Pero creo que hay muchos casos donde inspirarse y que es un camino establecido en la mente de buena parte de las empresas y ya lo estamos viendo en algunos lugares.
No es tanto un problema de las empresas como de nuestras ciudades, que son poco complejas. Eso es un problema porque faltan tipos de industrias diferentes y una nube creativa mayor. Además, necesitamos mejores modelos formativos y, sobre todo, mucho más amplios. Si en talento uno más uno hacen uno y medio, uno más uno más plataforma hacen dos al cuadrado. La diferencia es sobre qué plataforma estás. Y la empresa lo es, pero la ciudad en estos momentos es la gran plataforma, por lo que para construir una empresa debes estar conectado a grandes ciudades.
Uno puede emprender en cualquier lugar porque lo que estás haciendo es crear un producto mínimo viable. Otra cosa es escalar el modelo y ahí se necesita una cantidad mayor de talento.
El liderazgo en los humanos es determinante. Pero la gente tiene muchas vidas: la del trabajo, la personal, la virtual. No es como la tradición de líderes que, como Gandhi, tenían grandes misiones; hemos cambiado. El liderazgo en estos momentos es una orientación y difícilmente determina tu forma de vida. Este nuevo liderazgo compartido implica que los líderes estén en sintonía con lo que importa a la gente, porque las personas que forman una empresa tienen una visión sobre el mundo que las rodea y quieren que su empresa cree valor para la vida, no que solo haga negocio. Un buen líder es quien sabe sintonizar con todo esto.
Porque no había ninguna duda. No es que yo fuera más listo, es que tuve la suerte de verlo antes.
El mundo va hacia la Tercera Revolución Industrial, una mezcla de la nanotecnología, la genética y la robótica, con la inteligencia artificial. Y todo esto por primera vez, con un enfoque humano. Este es el mundo que viene, el del internet de las cosas, de inteligencia distribuida, de nuevo talento, educación y trabajo. Es apasionante y muy interesante.
Solo uno: que lo haga con red. Pero no una red mental, sino financiera, porque emprender lo hacemos muchas veces en la vida y lo normal es que salga mal. Hay que ir con todo y para eso tienes que creer que lo puedes hacer y sentirte libre.
Carlos Barrabés, emprendedor y fundador de Barrabes.com
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