La pandemia del coronavirus ha sido repentina y significativa. La transición de los negocios ante los efectos de la crisis ha traído consigo la eliminación de las rutinas diarias y la incertidumbre ante un futuro aún por desvelar. A nivel individual, estamos aprendiendo nuevas formas de obtener bienes esenciales y conectarnos con los demás. Y lo mismo está ocurriendo con las empresas.
Si bien estamos siendo testigos de un hecho excepcional, la pandemia ilustra la importancia de la planificación empresarial proactiva y los sistemas sólidos de gestión de riesgos. Igualmente, refleja la capacidad de las empresas para responder a las crisis y adaptarse a las nuevas circunstancias.
El Covid-19 también ha dejado de manifiesto el papel de los empleados y el impacto de la crisis en ellos. Los eventos derivados de la pandemia han servido de recordatorio a nivel personal y empresarial para recordar cómo dependen de los demás para las funciones esenciales, al tiempo que ilustran la fragilidad de muchas profesiones.
El 81% de la fuerza laboral mundial está en cuarentena donde se debe teletrabajar. Las previsiones indican que la reducción de la actividad económica y el tiempo de trabajo en el segundo trimestre de 2020 podría sumar una disminución de un equivalente a 195 millones de puestos a tiempo completo a nivel mundial. Se espera que las consecuencias directas e indirectas de la fuerza laboral sean enormes. Tanto las empresas como los inversores no deberán pasar por alto las implicaciones a largo plazo con respecto al capital humano.
El Coronavirus ha generado mucha ansiedad y miedo entre los empleados y la respuesta inmediata se ha centrado en las necesidades más apremiantes de las personas. Si bien las medidas de resiliencia a corto plazo cumplen un propósito importante, no debemos perder de vista el hecho de que, a pesar de que las estrategias que se están implementando actualmente para apoyar a los trabajadores están basadas en la crisis y son reactivas, si se pueden volver a empaquetar, escalonar y formalizar, pueden proporcionar una hoja de ruta para la transición de la fuerza laboral en medio de otras transformaciones y choques en el futuro.
Las posibilidades de prepararse adecuadamente de antemano pueden haber sido algo limitadas en este caso. Sin embargo, el pensamiento estratégico y bien razonado es mejor que la intuición y la reacción instintiva. Además, las empresas ahora no solo deben centrarse en permanecer ágiles y actuar responsablemente, sino también en asegurarse de tener un plan a largo plazo y los mejores recursos para recuperarse después.
La vida y los negocios volverán a algo parecido a la normalidad a su debido tiempo y, aunque no sabemos cómo será la nueva normalidad, nos consta que el proceso no será fácil. Por ello, las empresas deben estar preparadas para gestionar las nuevas realidades y capitalizar las oportunidades. Para esto, necesitan empleados calificados, saludables y comprometidos.
Sin embargo, lo que estamos viviendo son cantidades ingentes de noticias sobre ERTEs, despidos masivos, recortes salariales y personal que pierde su afiliación a la Seguridad Social… mientras que algunos de esos empleadores incrementan la compensación del CEO.
Al mismo tiempo, algunas compañías continúan pagando salarios y beneficios de salud a los empleados sin trabajo debido a que las funciones que normalmente cumplen se vuelven obsoletas. Ciertamente, este último parece no solo un enfoque más responsable sino también potencialmente más exitoso a largo plazo: las estrategias de capital humano con visión de futuro que se alinean con las necesidades de la organización y que apoyan a los empleados a través de cambios difíciles brindan a las empresas una ventaja competitiva para atraer diversos talentos, mitigar la escasez potencial de personal y crear una cultura empresarial sólida.
Esto conlleva ciertos beneficios comerciales directos. Por ejemplo, retener el talento es más rentable que la contratación y existe una fuerte correlación entre la satisfacción de los empleados y la productividad. Por el contrario, la falta de mano de obra calificada y prácticas sólidas de capital humano podrían obstaculizar la adaptación y la innovación, además de poner en peligro el empleo de tecnologías emergentes y flujos de ingresos en la etapa posterior a la crisis. Sin duda, esto provocará que las empresas pierdan los beneficios relacionados, como como recuperar la estabilidad financiera y mejorar la cuota de mercado.
Es probable que las empresas que cuidan de su fuerza laboral y se involucran activamente con los desafíos y las posibilidades inherentes al Coronavirus estén mejor posicionadas para gestionar otros momentos de crisis.
Muchos lugares de trabajo ya se estaban preparando para una transición importante. Si bien ese proceso podría estar relativamente estructurado y organizado, era necesario considerar el desafío de los cambios marcados en las circunstancias económicas, el comportamiento humano y la dinámica del mercado, como lo presenta el rápido cambio demográfico y tecnológico. Algo que, sin duda, ha acelerado la pandemia del Coronavirus.
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