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Desde que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) mide los resultados académicos de casi 80 estados del mundo, el país del norte de Europa ratifica año tras año la fortaleza y calidad de su educación. Los resultados son claros y no inducen a error: los estudiantes fineses obtienen las mejores puntuaciones y, a través de ellos, se revalida el éxito de la educación en Finlandia.
Muchos especialistas han visto en la metodología de enseñanza finlandesa notables similitudes con el famoso método Montessori. En cualquier caso, el país ha conseguido crear un modelo de enseñanza que sirve de paradigma para todos los implicados en la comunidad educativa. Más allá de un arma política, la educación en Finlandia es un objetivo para todos los actores políticos.
Este respaldo ha resultado de lo más positivo. De hecho, las cifras son contundentes con respecto a la educación en Finlandia. Un tercio de los estudiantes fineses van a la universidad, casi el 95% de ellos consigue graduarse y sus puntuaciones PISA (Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes) son las más elevadas. De este modo, el éxito educativo en Finlandia ha situado a la nación a la cabeza de todos los sistemas de enseñanza del mundo.
Los expertos parecen coincidir en cuáles son las claves del éxito de la educación en Finlandia. La enseñanza escolar que reciben los alumnos desde pequeños dista mucho de los sistemas habituales que se practican en otros países. La educación finlandesa se centra en mantener a los alumnos felices, fomentar el respeto y trabajar el desarrollo integral del individuo. Veamos cómo logran estos objetivos.
Desde pequeños, los alumnos finlandeses reciben una educación completamente pública. En Finlandia está prohibido el cobro de una matriculación para permitir la admisión de un estudiante en una escuela. Sencillamente, la educación privada es inexistente.
Esta premisa potencia la diversidad en los centros educativos. Desde niños, los pupilos interrelacionan y comparten un mismo espacio y ambiente. No importan los recursos de cada familia ni de dónde procede cada niño.
El sentido del compañerismo se va afianzando y queda como un legado para la edad adulta. Además, se fomenta la empatía con los niños de diferentes estatus económicos y se eliminan las brechas socioculturales.
Estos comportamientos se unen al hecho de que los padres y alumnos no tengan que verse obligados a elegir entre un centro y otro. En Finlandia, todas las escuelas sigue el mismo patrón educativo.
Todos los estamentos fineses conceden un papel prioritario al desarrollo personal del niño. En este sentido, la enseñanza reglada no comienza hasta los siete años. Hasta entonces pueden asistir a ludotecas, guarderías y centros infantiles. En ellos se pone el énfasis en la importancia de destinar tiempo para jugar y disfrutar de la infancia.
Una vez que los pequeños llegan a la edad escolar, los colegios continúan con esta línea de trabajo. De esta manera, la educación queda libre de cualquier viso mercantil y se centra en continuar fomentando las acciones para que el alumno pueda seguir disfrutando de su etapa infantil. Los niños deben jugar y realizar actividades que contribuyan a su desarrollo personal: música, deporte, teatro, etc.
Los padres y el entorno familiar ocupa un lugar destacado para lograr el éxito de la educación en Finlandia. Por ello, el trabajo educativo es una tarea compartida entre profesorado y progenitores. La educación se concibe como una cuestión que debe llevarse a cabo tanto en las aulas como en el hogar. La implicación de los padres finlandeses es muy elevada en la labor de enseñanza de sus hijos y están coordinados con los maestros.
Estas son las razones fundamentales para haber ideado un concepto global educativo. Para su correcto funcionamiento se han adoptado medidas esenciales destinadas a compaginar el colegio y la vida familiar. El horario lectivo no es superior a 20 horas a la semana. El calendario semanal de clases se sitúa, por tanto, muy por debajo del resto de los sistemas más habitualmente empleados en los centros educativos del mundo.
Además, los alumnos fineses no llevan tareas a casa. Con ello se pretende, una vez más, que los niños dispongan de tiempo para la vida familiar y, fundamentalmente, para jugar. El juego es, sin duda, uno de los pilares más importantes del aprendizaje.
¿Qué se consigue con esta postura? Según los expertos, los niños aprenden por iniciativa propia, sin necesidad de que haya que imponerle la enseñanza. Para ellos aprender es sinónimo de divertirse.
No es hasta secundaria cuando los alumnos comienzan a realizar tareas en casa. Aun así, los deberes escolares son escrupulosamente diseñados para que el colegial no tenga que dedicar a ello más de 20 minutos diarios.
Este concepto de educación, con jornadas escolares muy cortas, no solo concede al niño tiempo libre para expansionarse. También aporta importantes beneficios que contribuyen a su desarrollo cognitivo.
Se trata de otro gran logro para el éxito de la educación en Finlandia. Se ha demostrado que un calendario de jornadas escolares más cortas incrementa la capacidad de asimilación del cerebro. El resultado se concreta en una mayor fijación del aprendizaje.
Los expertos han comprobado que si el cerebro trabaja continuamente en la incorporación de datos y conceptos complejos, el aprendizaje llega a una fase de estancamiento por saturación. Para prevenir esta situación es necesario fomentar el descanso mental periódicamente y no forzar a los alumnos intelectualmente. Estas medidas logran que el aprendizaje se produzca de un modo natural y con mayor eficacia.
Así, en las cuatro horas de media diaria que el alumno asiste a clase, se incluyen el almuerzo y una hora y cuarto de recreo. Además, en horario lectivo se imparten asignaturas como educación física, artes plásticas y escénicas, música o poesía.
Estas actividades habitualmente no se incorporan a los planes de estudio de otros sistemas educativos. Sin embargo, se ha comprobado que facilitan la incursión en diferentes áreas del conocimiento y potencian la expresión. Todo esto se convierte en un arma que permite al alumno desarrollar su cerebro.
En su empeño por mantener las cotas de éxito educativo en Finlandia y por fomentar la igualdad entre todos los alumnos, los niños con necesidades especiales no son sometidos a ningún tipo de discriminación ni se escolarizan en centros especializados.
Estos alumnos acuden a los mismos colegios que el resto de los niños. Además las clases se ven reforzadas con personal cualificado de apoyo. Esta manera de actuar completa un sistema escolar basado en la inclusión y la interacción entre todos los ciudadanos.
Lo más destacable a la hora de medir la adquisición de conocimiento por parte del alumnado es, precisamente, la ausencia de pruebas de evaluación. El sistema finlandés entiende que estos exámenes solo incitan al estudio para una prueba en concreto. Después del examen, el alumno olvida la mayor parte de lo estudiado.
Además, los exámenes al uso inducen al colegial a un estado de estrés que en nada ayuda a promover el amor por la escuela y el aprendizaje. En un empeño por erradicar esta situación, se ha eliminado la evaluación estandarizada y se alienta al estudiante a manifestar las respuestas con su propio lenguaje.
Este comportamiento es otra de los patrones del éxito de la educación en Finlandia. Con él se ha logrado que el conocimiento no se vea sometido a una sistematización. Al contrario, de esta manera se induce al estudiante a reflexionar continuamente y a la realización de análisis contextuales.
Las calificaciones de los alumnos en la educación en Finlandia son realizadas en base a la percepción continua del profesor y el comportamiento en clase. Además, es el mismo maestro el que enseña todas las asignaturas a su clase. Este patrón educativo fomenta la seguridad y la confianza en el alumno.
En definitiva, todas las escuelas del país son iguales. No publican rankings, no realizan pruebas estandarizadas, no hay exámenes hasta selectividad… ni siquiera cuentan con inspectores escolares.
El sistema finés es muy exigente con los docentes. Para poder acceder a un puesto de enseñante, el aspirante debe aportar, como mínimo, una titulación de maestría. La formación académica para conseguir este título es muy dura. Además, una vez que se es profesor, un comité de expertos evalúa al docente cada tres años.
Cabe destacar que el sistema para la educación en Finlandia contempla la presencia de un profesor por cada 12 alumnos. Esta proporción está muy lejos de la mayoría de los países, entre ellos España, donde las aulas a menudo están masificadas. Más de la mitad del alumnado de este país tiene profesor de apoyo aunque no lo necesite.
Como podemos apreciar estas son algunas de las claves del éxito de la educación de Finlandia que, entre otros factores, fomenta la autonomía del alumnado, prioriza su felicidad, les impulsa a pensar por sí mismos y se enfoca hacia el lifelong learning de los futuros profesionales.
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