Todos nos estamos enfrentando a los mismos desafíos, pero no coincidimos en una manera universal de hacerlo para salir exitosos. La Covid-19 ha afectado más a las minorías y, a medida que los líderes remodelan los negocios a raíz de la pandemia, ¿cómo debería evolucionar el futuro del trabajo para ser más diverso e inclusivo?
Por suerte, el coronavirus ha impulsado la evolución empresarial de cara al futuro del trabajo. Los aspectos más destacables para apostar por la diversidad y la inclusión son los siguientes:
La agitación que impera debido a la pandemia genera una presión adicional sobre las compañías que buscan construir en diversidad. Sin embargo, dejarse vencer por esta presión y no apostar por la diversidad sería un error. Para hacer frente a la gran cantidad de problemas planteados por la Covid-19 se requieren soluciones creativas.
Y ¿dónde podemos localizar esa creatividad e innovación? Sin duda, se encuentra a través de la diversidad, de diferentes voces y de diversos puntos de experiencia.
Quizá no sea casualidad que ciertos países que han gestionado la crisis sanitaria de manera más efectiva, como Islandia y Nueva Zelanda, estén liderados por mujeres. No es necesariamente que las mujeres sean mejores líderes, sino que suelen disponer de una mayor diversidad de pensamiento. Simplemente, los grupos homogéneos no llegan a las mejores soluciones.
Lo que estamos experimentando es la misma pandemia, pero con grandes diferencias en función de la geografía, la economía, la salud, la diversidad y la edad de los afectados. Los líderes deben ser conscientes de que decir que todos estamos en el “mismo barco” no refleja la realidad.
El efecto de la Covid-19 en los empleados es muy dispar. Al darse por finalizados los confinamientos, cada empleado reaccionará de una manera muy diferente. Los mejores talentos pueden querer hacer las cosas de manera diferente. Ahora sabemos que muchos trabajos se pueden realizar de manera efectiva desde casa, por lo que es posible que muchos individuos no quieran regresar a las oficinas, al menos no a tiempo completo.
Dado que han sido, en la gran mayoría, los empleados peor pagados los que han mantenido a las empresas en funcionamiento, ¿no debería ser el momento de reconsiderar la paridad salarial?
Como ocurre con los desastres naturales, los más pobres y las minorías son los que más sufren. De la misma manera que se puso al descubierto la desigualdad en Nueva Orleans al azotar la zona el huracán Katrina en 2005, ocurre lo mismo ocurre con la Covid-19 en 2020. Podemos constatar donde la economía global ha salido airosa y dónde ha fallado. Los mercados laborales requieren intervenciones para mitigar la desigualdad, a pesar de la resistencia de algunos líderes empresariales.
A pesar de todo esto, es imposible volver a la normalidad. E incluso si pudiéramos hacerlo, no sería lo adecuado ni deseable. En respuesta a la crisis, nuestro instinto debe ser colectivo, no aislacionista. El concepto de querer volver a la normalidad tal cual la conocemos es un instinto muy fuerte, pero está errado. Los líderes deben reimaginar nuevos sistemas y comenzar a definir el éxito empresarial en términos humanos y en términos de sostenibilidad, no solo en términos financieros.
La crisis es un momento decisivo, ya que los líderes deben decidir qué quieren conservar y qué deben cambiar. Las empresas aún necesitan ganar dinero, pero los cambios de comportamiento serán los impulsores clave en la evolución laboral de la era post-covid.
La evolución hacia el trabajo remoto y las herramientas digitales que lo permiten podría terminar incrustando el sesgo en el lugar de trabajo en lugar de liberarnos de este. El hecho de que algunos trabajadores sean “escuchadas en exceso” o “escuchadas en voz baja” en las reuniones no cambiará, ya que esos encuentros se producen ahora de manera virtual.
Algunas de las empresas que lograron recuperarse mejor de la crisis económica de 2008 fueron las que invirtieron en tecnología y en sus empleados. Por ello, hay que seguir invirtiendo. Resulta casi contraintuitivo cuando las empresas se limitan a acumular efectivo y reducir costes.
Una vez que se toman las decisiones, la forma en que se comunican también es clave. La crisis requiere que los líderes hablen abierta, frecuente y honestamente. Deben estar dispuestos a “mostrar su trabajo” a quienes los rodean.
Sin un futuro de trabajo más diverso e inclusivo, lo aprendido durante la crisis sanitaria no habrá servido de nada. El mundo empresarial debe tomar nota y no dejarse convencer por costumbrismos ineficaces y pasados de moda.
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